Intelligencia:Cartagena (España)
A medida que Marruecos se aproxima a las elecciones legislativas de 2026, el panorama político nacional se presenta sumido en una debilidad estructural evidente.
Los partidos, que deberían ser el motor natural de la vida democrática, han perdido gran parte de su credibilidad y conexión con la ciudadanía.
En este contexto, el país se dirige hacia unos comicios marcados por la apatía, la ausencia de una oposición real y el dominio de la administración sobre el espacio público.
1. La oposición: ausente en la calle, presente solo en los comunicados
La oposición marroquí actual parece sin alma ni rumbo.
Los partidos que históricamente ocuparon este espacio —como la Unión Socialista de Fuerzas Populares, el Partido de la Justicia y el Desarrollo o el Movimiento Popular— viven hoy una crisis de discurso, de liderazgo y de legitimidad.
Sus intervenciones se limitan a comunicados rutinarios y reacciones formales, sin capacidad de movilización ni propuestas concretas.
En este contexto, el gobierno liderado por el Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI) actúa con total comodidad, sin presión política ni control efectivo por parte del Parlamento o de la sociedad civil. La política se ha reducido a una mera gestión técnica, vaciada de toda confrontación ideológica o social.
2. Crisis de legitimidad popular: partidos por encima de la sociedad
Desde las elecciones de 2021, la baja participación electoral dejó al descubierto la profunda desconfianza de los marroquíes hacia los partidos políticos.
Una gran parte de la población percibe a estas formaciones como estructuras desconectadas, más preocupadas por el reparto de cargos y privilegios que por la defensa de los intereses ciudadanos.
Incluso los partidos históricos, como Istiqlal y la USFP, han perdido su aura militante y se han convertido en simples maquinarias electorales.
El resultado es un sistema político gestionado desde arriba, con una base social cada vez más debilitada y desmovilizada.
3. Un gobierno sin oposición y un Parlamento silencioso
La ausencia de una oposición fuerte ha otorgado al gobierno una tranquilidad política inédita.
Las decisiones más controvertidas —como el alza de los precios o la lentitud de las reformas sociales— pasan sin debate real ni resistencia organizada.
El Parlamento, cada vez más dependiente del Ejecutivo, ha dejado de ser un espacio de confrontación democrática.
La gestión pública se presenta en clave técnica, bajo la retórica del “reformismo” y la “eficiencia”, mientras se disuelve la dimensión política de las decisiones.
Este clima de calma aparente encubre un estancamiento preocupante en el equilibrio de poder.
4. La juventud y la política: una ruptura generacional
La distancia entre la juventud marroquí y los partidos políticos se ha convertido en un abismo.
Las nuevas generaciones no ven en la política partidista un vehículo de cambio, sino una prolongación del sistema existente.
Las redes sociales se han convertido en el verdadero espacio de expresión política, mientras los partidos permanecen anclados en métodos obsoletos, incapaces de renovar su discurso o su imagen.
Esta ruptura amenaza con transformar las elecciones de 2026 en un proceso sin participación significativa, con consecuencias graves para la legitimidad democrática.
5. De la oposición a la “adhesión”: el fin del conflicto político
El discurso político en Marruecos ha entrado en una fase de consenso no declarado.
Tanto los partidos del gobierno como los de la oposición evitan cualquier confrontación directa con la monarquía o con las grandes orientaciones del Estado.
Esta uniformidad discursiva ha vaciado la vida política de su pluralismo y ha convertido la oposición en una “adhesión camuflada”.
La aparente estabilidad institucional se sostiene, pero a costa de la desaparición de la política como espacio de competencia y deliberación.
6. Rumbo a 2026: elecciones sin emoción ni expectativas
Todo indica que las elecciones legislativas de 2026 se desarrollarán en un clima sin entusiasmo ni debate real.
Los partidos carecen de proyectos innovadores o de alianzas sólidas, mientras el electorado muestra un cansancio generalizado.
Predomina la sensación de que “las elecciones no cambian nada”, lo que anticipa un nuevo récord de abstención y una legitimidad institucional aún más frágil.
La política, en su forma actual, parece haber perdido la capacidad de generar esperanza.
7. La necesidad de una regeneración política profunda
La crisis del sistema de partidos no es coyuntural, sino estructural.
Se trata del resultado de años de debilitamiento intencional, dependencia administrativa y pérdida de autonomía ideológica.
La reconstrucción del campo político marroquí exige una renovación radical de las élites, una reconexión entre el Estado y la sociedad, y la apertura a nuevas fuerzas más representativas del pueblo.
No se trata solo de reformar los partidos, sino de reivindicar la política como herramienta legítima de cambio y control democrático.
Conclusión: cuando la política desaparece de la política
Marruecos entra en una etapa crucial con la mirada puesta en las elecciones de 2026, pero los actores políticos carecen de visión, credibilidad y capacidad de movilización.
El país parece vivir una era de “política sin políticos”, donde las decisiones se toman fuera de los partidos y la democracia se reduce a un ritual electoral sin contenido.
El verdadero riesgo no es solo la debilidad de la oposición, sino la extinción misma de la política como espacio de mediación y conflicto constructivo.
Si no se reconstruye la confianza entre los ciudadanos y la acción partidista, el futuro político de Marruecos corre el peligro de quedar atrapado en una democracia fría, administrada desde arriba, sin pasión ni participación.
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